“Divertido: el troll que se la pasa el día entero en twitter haciendo campaña por revocar y dice que el twitter no tiene influencia en el voto” dijo el publicista argentino/brasileño Luis Favre. ¿Tiene razón? ¿Acaso Twitter no es un herramienta usada por pocos internautas peruanos, los que, a su vez, son también una minoría en sí misma?
Es difícil saber cuántos tuiteros existen en determinado país. Muchos no colocan su país de origen en su biografía. Según el primer estudio de Quantico Trends, lanzado hace un par de semanas, existen 1 millón 300 mil tuiteros en el Perú. La cifra se acerca al millón y medio estimado por una encuesta de Ipsos Apoyo el año pasado.
Entonces, estamos hablando de algo así como el 5% de la población peruana. Si creemos en los estudios y estadísticas, que aseguran que el uso de Twitter es parejo tanto en Lima como en el interior, asumamos que en nuestra capital también el 5% se conecta a esta red. Estaríamos cerca a unos 500 mil tuiteros limeños.
El universo de electores limeños en este proceso de revocatoria es de 6 millones y medio.
Es más, según otro estudio de Quantico, realizado hace muy poco, entre el 8 y 15 de febrero, solo unos 5,400 tuiteros se refirieron al proceso de revocatoria. Es decir, poco más del 1% de ese 5% que, a su vez, es Twitter. O sea, nadie.
Habiendo dicho todo eso, ¿cómo demonios se explica la influencia de Twitter en la vida real? Porque es innegable. Ya en 2011, cuando los usuarios de esta red en el Perú no llegaban ni al 1% de nuestra población, los tuits de Toledo y PPK terminaban en las primeras planas. La popularidad de Ollanta y Nadine demuestra que es posible prescindir de casi todas las demás declaraciones para los medios, salvo en sus tuits con vocación de titulares. Hasta el verborreico Alan García ha descubierto las bondades del escudo de 140 caracteres: le permitió responder elegantemente el comentario sobre los gordos panzones del presidente Humala desde la comodidad de alguno de sus domicilios.
Todo esto sin mencionar la interminable saga de riñas de la farándula que estallan, se amplifican y culminan en Twitter y terminan en programas y diarios de espectáculos.
A diferencia de otros países de América Latina, en los que Twitter se usa más para socializar y en los que se privilegia la cultura del fav sobre el retuit, en el Perú usamos esta red principalmente para informarnos y compartir información. No es casualidad que, en el Top 20 de peruanos más influyentes de Twitter, solo 6 no sean medios o periodistas. Y esos 6 (Ollanta, Nadine, Gastón, Gianmarco, Bruno Pinasco y Susana Villarán) son influyentes por cuenta propia “en el mundo real”.
Podríamos decir que en el Perú, Twitter no es exactamente influyente. Es, más bien, el sitio donde andan los influyentes. Es muy poca la gente que conversa allí, pero su voz puede ser escuchada por gente que maneja y tiene acceso directo a los medios masivos. Es un conciliábulo visible, es el backstage con reflectores, es la ventana a la cocina de la opinión pública. Por supuesto, la ventana no es la cocina pero, eso sí, a través de ella pueden pasar tomates o laureles. Ya veremos. (Eduardo Salles)