A
pesar de los rostros desencajados por la pobreza y el hambre cotidiano,
los niños corrían al patio de la conocida vecina del barrio que, un día
antes, les abrigó la esperanza de un regalito en navidad. Sin zapatos, y
hasta con el polito de siempre, se acercaban tímidamente y con mucha
curiosidad niños y niñas, regalándonos la mejor de sus sonrisas, reflejando la inocencia de
su edad y los anhelos de esperanza que, siquiera por unas horas, cambie
su estilo de vida. Esa forma incomprendida de vivir maltratados por la
siempre cruel pobreza.
Volviendo
a esta hermosa travesía. En este cerro, hoy Asentamiento Humano con
cientos de familias cargadas de hijos, ya no era un día cualquiera,
común en los malabares de las madres para preparar la comida y los
incansables jugueteos por la arena de los más pequeños.
Sí.
Hoy la familia del Grupo Educativo Leonardo Da Vinci llegaría para
despertar la emoción de los niños con un regalito, tratando de
recordarles por unos momentos que la navidad también existe para ellos, a
pesar de vivir en sus ranchitos de palos y esteras, allá arriba, muy
cerquita del cielo.
Uno
a uno se acomodaban como podían en los arenales. Los más grandecitos
querían estar adelante para ser los primeros en recibir el juguete y
salir corriendo a disfrutarlo. Los más pequeños, de la mano de mamá o en
brazos, miraban con sorpresa lo que ocurría a su alrededor, pero sin
descuidar las bolsas de regalos. Quizás pensando en cuál les tocaría y
llevárselo a casa, orgulloso de haber sido tomado en cuenta entre miles
de niños peruanos que no recibirán más que un tecito con bizcocho en
estas fiestas, donde todos pedimos “que la alegría y felicidad reine en
tu hogar”.
Así
se dio la oportunidad de conocer “la puertita cerca al cielo”. Un lugar
donde en la cena navideña sólo se confundirán en un fuerte abrazo
humildes familias, muchas veces madres solteras y sus hijos, pidiéndole
al Todopoderoso que no sólo se acuerde de ellos en épocas de fiesta.
Pues, hay necesidad de pan y de amor en cada uno de estos hogares, con
niños tan iguales en deseos, sueños y emociones que cualquiera de
nosotros.
En esta navidad, quiero dedicar mis saludos a los miles de niños huérfanos, abandonados, de los albergues y
trabajadores de la calle, pidiendo que reciban también la bendición del
Niño Jesús, aquel que nació humildemente en un pesebre y luego se
convirtió en el salvador espiritual de la humanidad. Amén. (Javier Guzmán Valverde)