Ratzinger fracasó como papa. Es la verdad. Los escándalos de la pederastia y el poder de las intrigas vaticanas fueron más fuertes que él. Lo traicionó además su propia miopía doctrinal, aquella que le impide ver que la iglesia católica requiere de una reforma radical para salir de la crisis institucional que actualmente la aqueja.
Su estricta jerarquía y sus inquebrantables dogmas y su cerrado sistema que aspira a un pensamiento único, en tiempos como los actuales, tampoco ayudan. Ayudan, sí, a perfilar una iglesia decadente y anquilosada y retardataria y premoderna.
Discriminando a las mujeres o prohibiendo los anticonceptivos o tapando los abusos sexuales de sus curas o polarizando a las sociedades en temas como el aborto, la homosexualidad y la eutanasia, como verán, no apuntala ninguna reforma real ni ninguna corrección auténtica. Sino todo lo contrario.
En síntesis, solamente se avizora en ella, en la iglesia, involución y yerros continuos e interminables y sistemáticos. Y así las cosas, honestamente, no estoy seguro que el catolicismo sea capaz de llegar a un tercer milenio. (Por: Pedro Salinas - La Mula.pe)